Mentalidad de Coaching
Es más lo que tenemos que desaprender, que lo que debemos aprender para adquirir y mantener la mentalidad del coach.
Cuando me inicié en el acompañamiento individual hace cerca de 30 años, estaba convencida de lo mucho que yo podía ayudar a la gente con mis conocimientos de psicología, habiendo sido gerente de recursos humanos y siendo hábil facilitando eventos de capacitación.
¡Cuán equivocada estaba! En esa época atendía personas en citas individuales, como parte de sus procesos de outplacement y me sentía muy feliz, porque les estaba “ayudando” a encontrar un camino laboral luego de perder su empleo. Les enseñaba a hacer su hoja de vida, a manejarse en una entrevista, hacer la búsqueda de empresas, etc. En medio de esas conversaciones comencé a ser más consciente de complejidad del mundo interno de las personas, sus creencias, temores, ilusiones, etc. y me vi con frecuencia reflejada en sus historias y enganchada en sus situaciones emocionales. Sincrónicamente, suceden dos cosas en mi vida en esos tiempos: llega a Colombia la primera escuela de coaching, Coaching Hall, en la que me preparo formalmente como coach y paralelo a esto, me adentro en el mundo de la sanación espiritual. Dos caminos a cuál más de intensos y profundos que me llevan a cuestionarme y reconocer que lo que yo estaba haciendo no era coaching. Era una consultoría y un entrenamiento para la búsqueda de empleo o la transición de carrera. Esta revelación me obligó a desaprender muchas habilidades fuertes en mí, creencias arraigadas por mi profesión y en general mi mentalidad acerca de la ayuda y el servicio para poder verdaderamente acompañar a otros en sus propios caminos y ejercer el coaching a cabalidad.
Ese desaprendizaje me llevó a reconocer y aceptar que no tengo la verdad sobre la vida del otro, ni la autoridad para recomendarle o aconsejarle. Es más importante escuchar que emitir opiniones. Los juicios no tienen lugar en una conversación de coaching. Mi ego es muy fuerte y con facilidad me lleva a “meter mi agenda”, lo que es irrespetuoso con el camino de aprendizaje del cliente. Poco a poco fui comprendiendo que para ejercer el coaching yo debía cambiar de mentalidad. Esta toma de conciencia me está llevando por un camino largo, muy largo de autoconocimiento para ir al fondo de mi historia, de mis heridas, mis rasgos de personalidad, mis emociones más profundas para poder verdaderamente modificar mi postura frente a mí misma y en consecuencia frente a los demás.
Hoy veo con más claridad el cambio que la Federación Internacional de Coaching hizo al incluir en las nuevas competencias del coach una categoría muy especial: Encarna una mentalidad de coaching.
Es mi intención con este escrito y algunos más que le seguirán, establecer un diálogo con los lectores para profundizar en lo que significa e implica encarnar la mentalidad del coach. Estaré atenta a tus comentarios, preguntas y reflexiones.
Comencemos por la manera como ICF entiende la mentalidad del coaching. A esto señala que el coach debe desarrollar y mantener una mentalidad abierta, curiosa, flexible y centrada en cada cliente y detalla ocho comportamientos que el coach debe observar:
1. Reconoce que los clientes son responsables de sus propias elecciones.
2. Participa en el aprendizaje y en el desarrollo continuo como coach.
3. Elabora un ejercicio continuo de reflexión para mejorar su propio coaching.
4. Permanece consciente de y abierto a la influencia en sí y en otros del contexto y de la cultura.
5. Usa la conciencia de sí y la propia intuición en beneficio de clientes.
6. Desarrolla y mantiene la capacidad de regular las propias emociones.
7. Se prepara para las sesiones mental y emocionalmente.
8. Busca ayuda en fuentes externas cuando es necesario.
Profundicemos en el #1, que es a la vez uno de mis primeros aprendizajes. Cada persona es responsable de sus propias elecciones. En consecuencia, yo no puedo ayudar a nadie. ¡Qué verdad tan dolorosa!… Tanta gente a mi alrededor con necesidades, tristezas, problemas, dolores en el cuerpo y en el alma y no los puedo ayudar. Lo peor de todo, si insisto en hacerlo y ofrezco mis consejos o comparto mis buenas prácticas al otro, si esto le falla (que muy fácilmente sucede), seré yo la culpable de su fracaso o de los problemas que le surjan.
Entonces, ¿cómo sobrepasar esta verdad? Por la misma época de mi ingreso a la profesión del coaching, me encontré con un concepto en inglés, que es de difícil traducción al español, que me dio luces: Accountability. Algunos la traducen como “responsabilidad”, pero es más que eso. No es sólo la capacidad de responder por los propios actos, sino que incluye el deseo, el gusto y a la vez la obligación por asumir lo que le corresponde al individuo. La palabra en español, que he encontrado más cercana a este concepto es POTESTAD, asumir la potestad por lo que a cada cual corresponde. Ahondando en esto, vi una manera de explicar lo que significa, acudiendo al hecho de tener la patria potestad sobre los hijos. Es claro que quienes tenemos hijos menores de edad, tenemos frente a ellos obligaciones de buen trato, alimentación, salud, educación, etc. que, si incumplimos, las autoridades pueden retirarnos la patria potestad y asumir el cuidado del menor. Pero cuando digo, como suelo hacerlo facilitando talleres sobre este tema y afirmo: “¡cuidamos a nuestros hijos para evitar que las autoridades nos los arrebaten!” El salón que en un silencio tenso y de repente algún valiente contradice: “¡No, los cuido porque los amo!” ¡Claro! Así funciona la potestad. Si bien es cierto que hay una obligatoriedad de por medio, nadie tiene que estármela recordando, porque prima el amor, el profundo deseo de hacerlo. Así mismo debería pasar con la vida de cada cual. La asumo, tomo mis decisiones y sus consecuencias, actúo y respondo como me corresponde, porque quiero hacerlo, no porque me vea obligado a ello.
Lo extraño es que en muchas ocasiones no asumimos la potestad por nuestros asuntos, echamos la culpa, buscamos justificaciones, evadimos responsabilidades, así nos cueste la renuncia a la libertad de tomar mis propias decisiones. Detrás de esto suele estar una tendencia natural en los seres humamos: es muy fácil caer en el rol de víctima, que tiene que ver, entre otras cosas, con la comodidad de no asumir aquello que nos corresponde y confiar en que alguien saldrá a rescatarnos. Siempre hay salvadores dispuestos a hacerlo. Por supuesto hay motivos profundos en la actitud de víctima, en muchos casos inconscientes: temor a las consecuencias, al fracaso, pereza, desconocimiento, entre otras.
Aquí está mi primer desafío como persona que encarna la mentalidad del coach: trabajar en mi propio empoderamiento, asumir mi vida, hacerme responsable de ella y de mis acciones. Esto es asumir la libertad de decidir sobre mí mismo y ser responsable de mis propias elecciones. Si yo como coach, avanzo en asumir mi potestad, podré acompañar a otros en el camino de asumir la suya.
Cuéntame tus reflexiones acerca de este primer comportamiento que demuestra que tenemos una mentalidad de coach.
- ¿Qué tan frecuentemente te ves echando la culpa a otros de lo que te sucede?
- Recuerda una situación en la que asumiste libremente las consecuencias de tus actos, por difíciles que fueran. ¿Cómo te sientes hoy al mencionarlo?
- ¿En qué circunstancias te observas tratando a tu cliente como una persona necesitada de ayuda?
- ¿Cómo cultivas la potestad en ti?
Me alegrará leer tus reflexiones.
¡Hasta la próxima!
Escrito por la Coach Patricia Afanador, MCC, Miembro activo ICF Colombia, puedes seguirla acá